Jugarse la vida por huir de la guerra o de la miseria

Casi 22.000 personas murieron en las fronteras españolas desde 1998 hasta 2014. Tenían en común que se las tragó la mar por buscar una vida mejor al igual que las 2.600 personas que fallecieron este año al intentar cruzar el Mediterráneo, huyendo la guerra. Demasiadas víctimas ya, por miseria o violencia. Mientras que el Gobierno trata de diferenciar entre refugiado o inmigrante por razones económicas, cuando en ambos casos mueren igual.

Durante estos últimos días, el Partido Popular repite un mensaje envenenado. Y lo peor es que lo hace como formación política y como Gobierno. Lo que significa que aún con su mayoría absoluta es quien tiene el poder real de actuar. La cantinela que no para de repetir cada vez que tiene ocasión es:

«No es lo mismo un refugiado que un inmigrante irregular»

De hecho, estas declaraciones de Pablo Casado, vicesecretario de comunicación,  son de hace unas horas. Y en parte tiene razón, porque el refugiado goza de protección legal gracias a la adhesión del Estatuto de Ginebra de 1951 y el Protocolo de Nueva York de 1967. Nuestro país se sumó a estos documentos en 1978. 

De estos compromisos se desprende la obligatoriedad de atenderlos y darles unos derechos básicos, y lo más importante no devolverlos a ninguna frontera donde se ponga en peligro su vida.

Artículo 33. Prohibición de expulsión y de devolución:

1. Ningún Estado Contratante podrá, por expulsión o devolución, poner en modo alguno a un refugiado en las fronteras de territorios donde su vida o su libertad peligre (…)

Y por otro lado, tampoco, se puede imponer ningún tipo de castigo a las personas que hayan huido de sus países de origen. Lo recoge el artículo 31:

(…)No impondrán sanciones penales, por causa de su entrada o presencia ilegales (…)

 Sin olvidar la Declaración de los Derechos Humanos y su artículo 14:

1. Toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país, en caso de persecución.

Y esto es solo una pequeña muestra. Por eso, ese discurso espontáneo del «buenismo» y de la «solidaridad impostada» no es tan realEuropa, al igual que España, está comprometida y no puede echarse atrás en el cumplimiento de sus obligaciones internacionales. Se supone que este dilema ya se superó hace años, y por eso, nos sumamos a esos tratados.

Para algunos no todas las vidas valen igual

Y centrándonos en esa distinción entre refugiado e inmigrante ilegal, tampoco, es justa cuando en ambos casos se acaban jugando la vida. En el fondo, qué importa las razones si en ambos casos acaban ahogados, y sus cuerpos tragados por el mar o devueltos hasta las costas del Mediterráneo. Incluso, en esencia, lo que mueve a todas estas personas es la esperanza en una existencia mejor, un instinto de supervivencia que hace que dejemos todo atrás, nuestro hogar y emprendamos una travesía de kilómetros y kilómetros que,   en ocasiones,  acaba con la muerte del que lo intenta, sin distinciones de edad.

Este bombardeo de imágenes de barcazas fundamentalmente repletas de sirios, aunque, también, vienen de otros países como Irak o Afganistán está despertando conciencias. Y como hemos visto en las anteriores declaraciones hasta la del presidente Rajoy, y que ha reconocido que «está traumatizado ante la muerte de Aylan».

Pero, lo cierto  es que este fenómeno en sí no es nuevo. Parece que nuestros dirigentes hayan perdido la memoria, y ya no se acuerden de los que han muerto en nuestras costas. Como si las vidas de los que huyen de la miseria no valiesen lo mismo. Ni tampoco, se acuerden de su obsesión por poner muros para evitar que vengan, aunque, con resultados inútiles y crueles.

En ambos casos son víctimas de una situación injusta, aunque, se empeñen en entrar en el debate estéril de cual es la más mala. La única diferencia, en realidad, está en que mientras ha sido un goteo incesante no ha impactado en la inmensa opinión pública, pero, ahora la avalancha de personas en busca de una vida mejor no se puede frenar, es imparable.

Sirios en Turquía. Foto: Sandra Gonzalez
Sirios en Turquía. Foto: Sandra Gonzalez

 El goteo de muertes

Durante años y años los denominados inmigrantes irregulares llevan pagando con su vida el peaje a un sueño, el de tener una vida mejor. Los últimos datos se refieren al año 2014. Pertenecen a la Asociación Pro Derechos Humanos, publicados en este mes de abril. Recoge datos del periodista Gabriele de Grande y se dice que desde 1988, al menos 21.439 jóvenes han muerto tratando de asaltar la fortaleza de Europa, de los cuales 2.352 en 2011, al menos 590 en 2012, 801 en 2013 y 2.086 en los primeros nueve meses de 2014. 

Y como afirma la propia ong podría ser aún peor. Según sus propios cálculos, sólo en nuestra frontera sur, incluyendo Canaria, los datos son aún más estremecedores dado que desde el año 1988 (primera patera en Tarifa) hasta el año 2014, se estima en más de 21.105 las personas muertas o desaparecidas

Autora gráfico: @lagatoflauta
Autora gráfico: @lagatoflauta

Por otro lado, la avalancha de solicitantes de asilo a Europa es tal  que sólo en este año, a fecha de 1 de septiembre,  la Organización Internacional para las Migraciones estiman que son 350.000. Con un número total de fallecidos de 2.643. Su vía de entrada,  el Mediterráneo.

 Y varias son sus rutas de entrada marítima. Por la griega entraron  234.778 inmigrantes y refugiados y  en la que perdieron la vida 85 personas. La ruta del Mediterráneo Central, que parte desde Libia, ha sido la más mortífera, con 2.535 fallecidos, y un total de 114.276 llegadas a Italia.

Por último, la ruta con  destino  España ha registrado este año 2.166 llegadas y 23 víctimas mortales. Sea como sea demasiados muertes buscando una vida mejor, o bien por una guerra o bien por intentar dejar atrás la pobreza.

Dirección a las costas de Tarifa. Foto: Petits Detectius
Dirección a las costas de Tarifa. Foto: Petits Detectius

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