Cuando nos encontramos en plena campaña electoral para elegir a nuestros representantes en Europa, los candidatos se esfuerzan tímidamente en parecer que lo más importante somos nosotros.Mientras, los ciudadanos de bien pasamos 3 kilos y medio de sus vacíos y tediosos discursos. En ocasiones, por sus palabras teñidas de demagogia, simplismo, millones de mentiras y mensajes manipulados.En definitiva, me da la sensación de que escenifican un teatro, destinado al votante. Lo único que consiguen es alejarnos de la política. De hecho, a veces, me pregunto si esto no obedece a una estrategia planificada, y eso que no soy amiga de las conspiraciones, que consolida un sistema que ha demostrado su perversión. Me refiero, a que tal es el divorcio entre la élite y el pueblo, que directamente pasamos de ir a votar, y los que van son los fieles, que los hay, de cada partido.
Resultado, seguimos entregando el poder a los mismos. Un absurdo, ya que, si hacemos lo mismo una y mil veces, lo lógico es que todo siga igual.Recurramos al lenguaje sabio de la calle, colocamos en las instituciones a los mismos perros con distintos collares. Nada más. Matices ideológicos que tratan de diferenciarlos. Por ejemplo, es impensable que los populares hubieran aprobado la ley del matrimonio homosexual, y que los socialistas pretendan poner en marcha una reforma del aborto tan restrictiva y moralista como la de Gallardón. Pero, la verdad, en las grandes leyes económicas que nos afectan a todos, abocándonos a la clase obrera a la ruina, aquí no hay diferencia.
Otra de las claves de esta separación entre políticos y ciudadanos, a parte de la corrupción, la falta de ejemplo, la prepotencia…La clave, a mi criterio, está en que ellos viven en un mundo imaginario, en un mundo paralelo, y nosotros en la dura realidad diaria. Cuando hablan de macroeconomía, primas de riesgos o de previsiones de crecimiento, muchas familias ven como en sus carteras no tienen ni un triste euro. Y los que tienen la potestad de cambiarlo, directamente, siguen perdidos gobernando para los que tienen.
Tal es así, que medio millón de escolares este verano no comerán. Se les acaba la beca comedor, puesto que como todos sabemos los colegios cierran, lo que les garantizaba una comida completa al día. Cuando leo informes como éste, es inevitable que surja tristeza, y una gran impotencia. Se rescatan bancos, autopistas… pero, se ignoran a los enfermos de cáncer.
Por no hablar de los desahucios, una media de 184 diarios. En tan sólo seis meses más de 35.000 familias se quedaron sin su casa. Y así podríamos seguir hablando un buen rato de números reales, de dramas personales que parecen no importan a los que tienen el poder. Qué tristeza que lo más destacado de esta campaña sea el machismo de Miguel Ángel Arias Cañete, y cómo trata de rentabilizarlo el equipo de Elena Valenciano. En vez de buscar soluciones, de introducir en el debate los verdaderos problemas que sufrimos los ciudadanos. Llegó a la conclusión, que no les importan, mientras que este sistema perverso siga girando y girando.