Cada vez somos menos los que vivimos en España. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en el último año se han marchado 545.980 extranjeros, mientras que 141.361 españoles han decidido regresar. El número total de habitantes se sitúa en 46,7 millones. Ambos datos tienen interpretaciones muy negativas. Por un lado, los inmigrantes ven que sus expectativas de futuro en España son muy malas. A pesar de que creyeron que aquí encontrarían una estabilidad económica, y dejaron atrás toda una vida, ahora sus sueños están rotos, y consideran que en sus países de origen estarán mejor que en la madre patria. Principalmente son ciudadanos rumanos y ecuatorianos.
Creímos que estos países eran pobres de solemnidad, pues, ahora los más pobres somos nosotros. Los fríos números hablan por sí solos. El 21,6 por ciento vivimos por debajo de la pobreza. El 40 por ciento de los parados estamos en riesgo de exclusión social, y lo más demoledor, la pobreza infantil, un tercio de nuestros niños tienen serias dificultades para cubrir sus necesidades básicas.
Y todo ello porque cuando eres un trabajador, tu única fuente de riqueza es tu trabajo. Da igual que tengas estudios o no, que seas albañil, médico o artista. Ser pobre es ser pobre. Esta realidad es la consecuencia de 5.896.300 parados, de seis años devastadores de destrucción de empleo.
La otra cara de la moneda son los españoles que ante la falta de perspectivas laborales marcharon con su maleta a la conquista de nuevos mercados laborales, donde parecía que «ataban a los perros con longanizas». Han tenido que volver, ya que las promesas se han convertido en palabras vacías. Se ve que el «espíritu aventurero» de muchos jóvenes se ha esfumado ante la realidad.Víctimas de estafas, decepciones, desesperanza, y lo peor, de mentiras que los llevaban al fracaso.
Con todo ello, me pregunto qué hacer para salir de esta situación, que nos convierte en ciudadanos de segunda, sin derecho a nada. Ya no digo a ir de vacaciones, por supuesto, si algo tan tremendo como no tener un techo, y tener que comer de la caridad. Mientras, que los ricos cada vez son más ricos, y parecen alimentarse de nuestras desgracias. La paradoja es enorme, los inmigrantes marchan, y los españoles vuelven porque no encuentran su lugar. A dónde ir para poder vivir…