Aunque, pasen mil años, me sigo sorprendiendo cuando se descubre la luna. Parece que sufrimos de amnesia colectiva, o los medios recurren a ese recurso manido, para camuflar una noticia que no lo es. En esta ocasión, no comprendo el porqué los medios alimentan una polémica inexistente. Me refiero al videoclip de «La Ratonera», de Amaral. Para muchos una canción escandalosa, y para otros simplemente «una más» que viene a sumarse a las miles de letras de un género ya inventado como es la canción protesta, o de temática social. Eso sí, y en este caso concreto, no falta la ironía. Tampoco, es la primera vez que los zaragozanos escriben una letra que incide en la movilización ciudadana.
De hecho, en 2011 sacaron a la luz su trabajo titulado «Hacia lo salvaje», en el que aparece una composición en la que se invita a algo tan peligroso para el sistema capitalista como «una Revolución». Quizás, lo que no se perdone que ahora sean tan implícitos. Poniendo rostro a los que muchos consideran las marionetas de la crisis. Y tampoco, han sido los únicos que recientemente han expresado a través de su música su malestar social.
Por ejemplo, Enrique Bunbury, en su último trabajo «Palosanto», prácticamente, desde el principio hasta el final hace un alegato a favor del poder de los ciudadanos frente al poder oscuro. De hecho, su primera canción se titula «Despierta», y entre las secuencias iniciales se ve al artista destrozando un televisor, mientras, que los líderes mundiales hacen sus discursos. Una imagen rompedora, un intento del despertar de las conciencias. Si aún no quedaba claro, se lee una noticia en la que unos pocos dirigen los destinos de la humanidad, y la única esperanza es , precisamente, el despertar colectivo.
Conforme avanza el disco, el discurso se vuelve más intenso, «Los Inmortales«, reflexionado sobre la necesidad de actuar, porque sino hacemos nada, nada tendremos. O «Habrá una guerra en las calles», en la que directamente se advierte de la posibilidad de violencia, porque la situación es insostenible para todos. Hasta llegar a «Destrucción Masiva«, un camino sin marcha atrás, donde directamente se debe perseguir y acorralar a los culpables de la crisis. Finalmente, cierra el disco con «Todo«, donde se habla de aquellas pequeñas razones, por las que merece la pena, cambiar. De nuevo, Bunbury, no era la primera vez, que publicaba canciones de esta índole.
En 1995, cuando aún formaba parte de Héroes del Silencio, surge «Avalancha». El álbum rezumaba inconformismo, de acción frente a la apatía… Con temas tan directos como la canción que daba nombre al compacto, o Iberia Sumergida. Por lo que 20 años después, poco o nada hemos cambiado.
Y tampoco, esta temática es un invento de estos artistas, sino que mucho antes, otros muchos impregnaban sus letras de estas realidades. Se puede decir que nace con los trovadores, allá por la Edad Media. Ya se cantaba por las injusticias sociales. En España cobra fuerza con la lucha antifranquista, y entre sus sus representantes están Raimon o Lluís Llach.
Lo llamemos como lo llamemos, y lo enmascaremos como queramos, en el fondo es algo tan antiguo como la lucha de clases, al igual que la canción social. Para ello se sirve de la libertad de la expresión, que se enarbola cuando lo que escuchamos nos gusta, y cuando no, lo catalogamos de ataque, de polémico, antidemocrático, y la palabreja que más me divierte, subversivo. Lo que denota una vez más, el miedo que tiene el poder a la libertad de pensamiento, en definitiva, a la cultura, y como ésta puede abrir muchos ojos.