En los últimos 25 años se ha logrado pasar de 1.000 millones de personas hambrientas a a 805 millones. Está claro que esta reducción es insuficiente, y hay que intensificar estos esfuerzos si queremos una humanidad más justa. Las políticas sociales y su prioridad son la clave.
Una de cada 9 personas en el mundo no tiene alimento suficiente para llevar una vida sana, activa y productiva. O dicho de otro modo, todavía existen 800 millones de personas que sufren aún subalimentación crónica. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, la define como:
«un estado de privación de energía alimentaria que se prolonga durante más de un año».
Estos datos se han conocido en el transcurso de la 39º Conferencia de este organismo internacional, que se celebrará hasta el próximo 13 de junio. Además, a parte de estos datos oficiales hemos sabido que 72 países de los 129 evaluados por la FAO han cumplido el objetivo marcado en 1996 que era reducir en la mitad el número de personas que en sus estados pasaban hambre. Sin duda es una buena noticia, pero, han tardado casi 20 años en lograrlo. Y aún, recordemos que demasiadas personas no tienen lo básico para vivir.
Por otro lado, recopilemos otros datos que se publicaron en el Informe El Estado de la Inseguridad Alimentaria de 2015 donde se hablaba de los países donde el hambre no había desaparecido. Así, se puede establecer este deshonroso ranking.
1. Haití, un 53,4% de su población padece desnutrición crónica, 5,7 millones tienen hambre. Cada vez son más personas quienes la sufren.
2. Zambia, un 47,8% , 7,4 millones. Su tasa se ha ido incrementándose sucesivamente.
3.República Centro Africana, un 47,7%. 2,3 millones. No ha parado de crecer en los últimos años.
4. Nabimia, un 42,3%, 1 millón de hambrientos. Sigue aumentando su tasa.
5. República Democrática de Corea, 41,6%, 10,5 millones. Se mantiene al alza.
Pero, tenemos más números para la reflexión. La FAO estima que en total podría haber en el mundo 2.000 millones en el mundo de personas que aunque no están desnutridas, sí que sufren graves carencias en su alimentación, es lo que se llama hambre oculta. Por ejemplo, cuando no se siguen las recomendaciones de la Organización de las Naciones Unidas de la Salud, que hablan de la necesidad de tomar lácteos a diario. Mientras, más de 500 millones son obesas, con una alimentación hipercalórica y una vida demasiado sedentaria.
Los retos del futuro
Al mismo tiempo, la FAO advierte de varios peligros sobre nuestro futuro más inmediato. Las consecuencias del cambio climático que hará que los períodos de sequía sean más abundantes con un clima más extremo harán que las cosechas sean menos abundantes. Es más, el arroz, el trigo, la patata o el maíz son la base de la alimentación de millones de personas, y estos cultivos peligran.
Además, cada vez somos más, y con unos recursos naturales más limitados. Se calcula que ahora somos unos 7.200 millones de humanos, y en 2.050 seremos más 9.000 millones. Está claro que esta progresión no puede traer nada bueno.
Soluciones
Tras este panorama, hay lugar para la esperanza. En el transcurso de esta Conferencia se han otorgado galardones a los estados que más han hecho por intentar frenar las consecuencias del hambre crónica, y la clave ha estado en las políticas de protección social. En especial, han destacado el gobierno chileno y brasileño por marcar su lucha contra la desnutrición como un objetivo prioritario. Lo reconocía la presidenta de Chile Michelle Bachelet en declaraciones a la prensa. Tan simple como eso.
Mientras en España el último informe de Eurostat habla que la pobreza afecta ya a uno de cada 3 niños españoles, y la lógica nos hace pensar que su alimentación tendrá deficiencias. Pobreza y una dieta pobre o mal equilibrada están íntimamente ligada. Es más, el diario el País denunciaba en el pasado mes de agosto que no existían datos oficiales para saber el número real que sufren de desnutrición en nuestro país. Lo que sí está claro es que para acabar con este tipo de problemas hay que querer, tener voluntad política, que evidentemente, escasea en nuestro Gobierno.